En la era del contenido bajo demanda, la gestión de licencias de activos creativos es más compleja que nunca.
Es evidente que casi nadie pretende infringir derechos de autor. La realidad es que la mayoría de personas y marcas tienen la intención de pagar por los activos creativos y utilizarlos conforme a las licencias o términos de uso aplicables, ya sea para imágenes de stock, música o fuentes.
Pero con un número cada vez mayor de puntos de contacto con el consumidor, esas buenas intenciones no siempre son suficientes. Las marcas suelen acabar con una biblioteca dispersa de activos creativos difícil de gestionar y fácil de confundir. Casos recientes y mediáticos en empresas como NBC Universal, Spotify, demuestran lo sencillo que es usar mal los activos creativos.
Las fuentes no son una excepción y, desde hace tiempo, son complicadas de organizar, especialmente en compañías grandes que utilizan múltiples tipografías y diseñadores trabajando en distintas marcas y campañas. Algunas personas ni siquiera saben que las fuentes necesitan licencia. Las marcas intentan crear sistemas internos para mantener todo ordenado y establecer protocolos y canales de comunicación que garanticen el uso correcto de los activos en los lugares adecuados. Pero con frecuencia esos sistemas fallan y una fuente termina, por accidente, en el sitio equivocado. Las personas entran y salen, los creativos colaboran con nuevos partners y, antes de darse cuenta, el uso de activos se vuelve difícil de controlar.
Por suerte, hoy es más fácil que nunca evitar estos inconvenientes. Y es importante: simplificar tu estrategia tipográfica permite que tu marca sea ágil y adaptable, que lance nuevos diseños rápidamente y que crezca junto a tus clientes.
Un castillo de naipes.
Las marcas, con buena intención, suelen licenciar una fuente pero luego la usan de forma incorrecta, normalmente porque los detalles de la licencia se olvidan o se pierden. Son errores honestos que vemos una y otra vez, y que pueden multiplicarse si el uso incorrecto se repite. Con el tiempo, la situación se complica y acaba en un caos de llamadas entre creativos, compras e incluso el departamento legal, sin contar otros dolores de cabeza costosos y que consumen tiempo. Algo totalmente evitable se convierte en un problema que roba recursos valiosos.
Estas situaciones suelen caer en una o varias de estas categorías:
El quién: Instalar la fuente en más equipos de los permitidos por la licencia o compartirla con proveedores externos.
El qué: Licenciar un número concreto de pesos y estilos para un diseño, pero usar otros adicionales sin darse cuenta de que no están incluidos.
El dónde: Usar fuentes en el lugar equivocado, por ejemplo, emplear una fuente de escritorio donde debería usarse una fuente web, sin saber que no está permitido.
Estos errores no son exclusivos de las fuentes. Peloton, por ejemplo, está inmersa en una demanda por infracción de derechos de autor valorada en 150 millones de dólares, en la que la Asociación Nacional de Editores Musicales (NMPA) alega que la empresa no obtuvo las licencias correctas para más de 1.000 canciones utilizadas en sus populares vídeos de entrenamiento. Peloton está impugnando la demanda, pero mientras tanto ha tenido que eliminar entrenamientos o sustituir canciones, lo que ha enfadado a clientes que pagan cientos de dólares al año por suscripciones (sin contar los más de 2.000 dólares por la bicicleta).
Como ocurre en la mayoría de casos de infracción, el ingrediente principal es la confusión. Peloton afirma tener acuerdos y alianzas que cubren el uso de música. La NMPA dice lo contrario y acusa a Peloton de infracción deliberada. El resultado: una experiencia de usuario degradada, posible daño a largo plazo a la marca y un litigio costoso con final incierto.
La buena noticia: no tiene por qué ser así.
Todo donde debe estar
Si alguna vez has rebuscado en un garaje desordenado buscando una herramienta concreta, conoces la irritación de saber que algo debería estar en un lugar específico mientras luchas por encontrarlo. Y peor aún, la frustración de dar con algo parecido que, al final, no sirve para el trabajo.
La mayoría de las empresas gestionan sus fuentes de la misma manera: un caos apenas ordenado que se acumula con el tiempo, hasta el punto de que nada es fácil de localizar. Cuando creamos Monotype Fonts, nuestro objetivo fue desarrollar una solución sofisticada que no solo permita a los creativos elegir y usar las fuentes más adecuadas para sus proyectos, sino que también ayude a las empresas a organizar sus tipografías como organizarías cualquier espacio desordenado: en un único lugar central, con etiquetas claras, agrupaciones personalizables y la posibilidad de definir qué miembros del equipo pueden acceder a qué fuentes.
Un sistema así simplifica la vida de los diseñadores, permitiéndoles centrarse en lo que realmente importa: diseñar. Una encuesta reciente reveló que el 48 % de los creativos dedica 8 horas o más a la semana a tareas administrativas (es decir, no creativas).
Además, significa que prácticamente todo el proceso de licenciamiento de fuentes ocurre en un solo lugar, y nada puede cambiarse sin la aprobación de los canales adecuados. Esto implica que no habrá compras de fuentes fuera de control y que los procesos para añadir nuevos usuarios o ajustar niveles de acceso son claros y sencillos.
Tanto si Monotype Fonts es la solución perfecta para tu marca como si no, refleja el futuro de cómo las marcas modernas deben pensar en las fuentes y en su estrategia creativa global. A medida que el branding evoluciona en la era digital, nosotros avanzamos ofreciendo en un solo paquete la búsqueda, colaboración, organización y licenciamiento de fuentes. Hoy más que nunca, es fundamental que las marcas desplieguen sus activos creativos de forma rápida, eficaz y sin preocuparse por papeleo legal o riesgos de uso indebido.
¿Quieres saber cómo Monotype Fonts puede ayudarte a eliminar las dudas del licenciamiento tipográfico? Escríbenos y nos pondremos en contacto contigo.